Abstract

El arte digital plantea de nuevo la cuestión del referente. Desde los orígenes de la filosofía y de la teoría, el referente y la representación han constituido los dos extremos de la tensión entre los cuales se debatían los temas de la naturaleza de la imitación. Platón y Aristóteles por una parte, la Iglesia, Peirce, Benjamin y tantos otros han debatido sobre la capacidad de la imagen para imitar la realidad. Con el surgimiento de la imagen tecnológica, la representación ha ido compitiendo cada vez más con el referente, haciendo que poco a poco vaya sustituyéndose a él. La indicialidad –más que la iconicidad– hace que las fronteras se vayan borrando cada vez más. A partir de mediados de los años 80, los juegos entre imágenes indiciales e imágenes puramente iconográficas han empezado a convertir el referente en un sustituto posible. En los últimos años del siglo XX, la imagen digital ha venido a jugar entre realidad y realidad virtual, hasta tal punto que varios países como Estados Unidos han hecho de esta cuestión, en el terreno de la pedopornografía, un debate jurídico, aceptando la idea de que los delitos virtuales equivalían a delitos reales. Estos debates hacen que cada día más la realidad virtual llegue a sustituir a la propia realidad.

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