Abstract
Tizoc, tlatoani de México-Tenochtitlan (1481-1486) me permite plantear el problema del papel teórico del personaje histórico puesto en escena en el teatro mexicano contemporáneo, como actor metafórico en el deber de memoria sobre 1968 y la masacre de Tlatelolco. Veremos cómo Pablo Salinas se sirve del personaje «antihistórico» para recordar con imaginación en el teatro su propio presente.
Highlights
Al final de mi ensayo dedicado a «Los misterios del eco o la expresión americana en busca de una memoria», presentado durante el seminario sobre «Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en los siglos XIX y XX hispanoamericanos» celebrado en marzo de 2003 en Biar, concluía recordando los versos del canto de Cacamatzin: Envuelve la niebla los cantos del escudo sobre la tierra cae lluvia de dardos, con ellos se obscurece el color de todas las flores, hay truenos en el cielo con escudos de oro Allá se hace la danza[1].
El tema escogido hoy por los gentiles organizadores de este seminario, mis cuates alicantinos, «En torno al personaje histórico: figuras precolombianas y coloniales en la literatura hispanoamericana desde la Independencia a nuestros días», me permite seguir la reflexión ya empezada sobre la memoria, el olvido, la historia, y plantear el papel teórico del personaje «histórico», puesto en escena en el teatro mexicano contemporáneo, como actor metafórico en este «deber de memoria» que todos comprendemos.
Lo que transforma el discurso teatral es la visión que tienen Pablo Salinas y los espectadores mexicanos de su propio presente, proyectándose en un pasado mítico, porque, como ya lo he demostrado en otros trabajos, aquí, en esta confrontación de los tiempos (1968/1473/1486) por medio de la escritura y del discurso, «es donde la Revolución comienza, donde los relatos cambian la cara de la nación»10.
Summary
Al final de mi ensayo dedicado a «Los misterios del eco o la expresión americana en busca de una memoria», presentado durante el seminario sobre «Recuperaciones del mundo precolombino y colonial en los siglos XIX y XX hispanoamericanos» celebrado en marzo de 2003 en Biar, concluía recordando los versos del canto de Cacamatzin: Envuelve la niebla los cantos del escudo sobre la tierra cae lluvia de dardos, con ellos se obscurece el color de todas las flores, hay truenos en el cielo con escudos de oro Allá se hace la danza[1].
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