Abstract

This paper deals with the difficult link between ethical theory and moral practice. It is a recurrent problem of moral philosophy specially worsened because of the spread of economic, social and political liberalism. The three parts of the paper deal with three questions which, from the point of view of the author, bring about mistrust and skepticism about contemporary ethics. The first questions is the difficulty of constructing a public morality within our secular and plural societies. The second one refers to the little attention payed by ethical theories to the problem of moral motivation. The last question raise the problem represented nowadays by fanatism and fundamentalism. All three parts have to deal with a further question which lays at the core of contemporary ethics: the exercise of liberty in liberal democracies.

Highlights

  • This paper deals with the difficult link between ethical theory and moral practice

  • It is a recurrent problem of moral philosophy specially worsed because of the spread of economic, social and political liberalism

  • The second one refers to the little attention payed by ethical theories to the problem of moral motivation

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Summary

LA AUSENCIA DE UNA MORALIDAD PÚBLICA

¿Cuál es el lugar de la moral en las democracias liberales? ¿Cómo se forja la moralidad en el seno del liberalismo? La pregunta tiene que ver sobre todo con un fenómeno de doble cara que se está dando en nuestras sociedades: por un lado, hay una demanda de moral inédita hasta el momento; por otro, se percibe más que nunca la ausencia de moral o la acumulación de inmoralidades. ¿No es más cierto que la justicia se forma siempre a partir de la generalización de las distintas nociones de vida buena, en cuyo caso la obligación moral del ciudadano sería velar por que sus concepciones del bien no acaben siendo contrarias con los mínimos de la justicia? Cuando los derechos o la idea de una justicia universal choca con ideas particulares del bien, parece que no hay sino dos opciones: o consideramos que todas las concepciones del bien son igualmente válidas y justas, o tendemos a imponer una de ellas sobre las demás, considerándola la encarnación de la justicia. El abuso del lenguaje de los derechos —como el abuso de la idea de contrato como forma de todas las relaciones humanas— está supliendo la ausencia de solidaridad, la falta de una interrelación más fluida y constante entre los individuos. José Luis Aranguren, «La democracia como moral», Obras completas, vol 5

LA MOTIVACIÓN MORAL
LA ÉTICA FRENTE A LOS FANATISMOS
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