Abstract

El artículo recupera experiencias metodológicas y pedagógicas para descolonizar la historiografía de las danzas. Estas se desarrollan a partir de la metáfora de grafitear la historia, que implica también derribar monumentos. Dicha metáfora propone a la historiografía dominante como las paredes o el espacio público puro, lineal, blanco y pulcro, a ser intervenido por el grafiti como táctica irreverente, como iconoclasia laica. El escrito argumenta en favor de la intervención gráfica como crítica, como cuestionamiento de lo establecido y del deber ser, como una escritura del riesgo a la que lxs historiadores deberían responder.

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