Abstract

La primera alusión a la historia del banquete de Herodes, donde Juan el Bautista fue decapitado y su cabeza entregada a la princesa Salomé a modo de recompensa por la interpretación de un magnífico baile, la encontramos en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. A través de los siglos, el breve relato fue objeto de múltiples y variadas reelaboraciones, desde el siglo I d. C. hasta nuestros días. La historia de la joven princesa Salomé comenzó su formación como mito literario a partir de 1841 con la publicación de la obra Atta Troll de Heinrich Heine; posteriormente siguió su expansión en los círculos literarios franceses con la inconclusa Hérodiade de Stéphane Mallarmé, la cual se convirtió en una fuente marcada de inspiración para los célebres cuadros Salomé danzante (1874-1876) y La aparición (1876) de Gustave Moreau, en donde la reescritura de la vieja historia bíblica se reviste de una nueva y compleja simbología. El presente artículo se centra específicamente en el análisis de la construcción simbolista del tema-personaje de Salomé en las obras mencionadas, una literaria y una secuencia pictórica, en las cuales se pueden identificar vínculos intertextuales y cuyo objetivo en común es la construcción de un personaje que, más allá de representar la típica imagen de la mujer fatal, se transforma en una encarnación del arte mismo.

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