Abstract

En el contexto del exilio republicano en América, Rosa Chacel construyó una imagen de sí misma distanciada de la autofiguración heroica que caracterizó el discurso de otros exiliados. Sostenemos que su posición en cierto modo marginal no le impidió entrar en sintonía, durante los años cuarenta y cincuenta, con una línea de narrativa argentina que privilegiaba lo insólito y lo extraño y, además, estableció redes sutiles con artistas y escritoras centrales del campo cultural argentino de las dos primeras décadas de su exilio en Rio de Janeiro y Buenos Aires (Norah Borges, Elvira Orphée y Silvina Ocampo). En segundo lugar, nos detenemos e interpretamos la valoración de la escritora exiliada que ocurre hacia las décadas del 70 y 80, por parte de algunos jóvenes escritores españoles y argentinos.

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