Abstract

Este artículo analiza las claves del filme El Concierto (2009), desde la perspectiva de las relaciones de historia y cine, impulsadas por Marc Ferro, Robert Rosenstone y José María Caparrós Lera, entre otros. En otras palabras, el tratamiento del cine como un documento histórico más, con su propio lenguaje, y que se configura, además, como un agente de la Historia. El Concierto nos muestra, desde un retrato humorístico, las realidades y ficciones de la Rusia postcomunista, sus nuevas idiosincrasias, su deuda con el pasado y los muchos conflictos sociales y emocionales dejados sin resolver tras su cierre. El filme no pretende ser una exacta radiografía de la sociedad rusa, sino una metáfora muy elocuente del duro retrato social (miseria, heridas y mafias) y herencia dejada tras el totalitarismo soviético.

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