Abstract

Karol Wojtyla tuvo claro desde muy pronto que el antídoto contra las ideologías que amenazan la dignidad humana es poseer una visión integral del hombre. Alcanzó este convencimiento como fruto de su propia vida espiritual, desarrollada en las circunstancias histórico-personales que le correspondió vivir. Desde su segundo artículo, “El misterio y el hombre” (1951), no cesó de indicar que solo Cristo enseña a cada hombre quién es el hombre y su inalienable dignidad. Paralelamente inició un camino estrictamente racional para poder mostrar a todos, independientemente de su credo religioso, que el ser humano es una persona llamada a lacomunión interpersonal. Esta tarea la realizó en la cátedra de Ética que dirigía en la Universidad Católica de Lublin apoyándose en lo que denominó “experiencia humana fundamental”. Posteriormente la plasmó en diversos escritos que tienen su expresión suma en su obra Persona y acción. En este artículo pretendemos explicar que esta obra es el culmen de su producción filosófica y que se presta a una continuación por parte de otros pensadores. Quedaría incompleta su visión del hombre sin añadir brevemente algunos puntos de su antropología teológica con los que concluye el presente escrito.

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