Abstract

La historia de las terapias hormonales de la menopausia (THM) comienza durante la década de los cuarenta del siglo pasado al reconocerse los beneficios de los estrógenos sobre el síndrome climatérico. Desde entonces las THM han sufrido permanentes altibajos alternando períodos de gran euforia con períodos de profunda depresión. Al cabo de más de treinta años de prescripción de estrógenos no opuestos se demostró un significativo mayor riesgo de cáncer e hiperplasias endometrial. ¡La estrógenoterapia fue proscrita! A poco andar se demostró que el agregado de progestinas ofrecía efectiva protección, evitando los riesgos de hiperplasia y cáncer endometrial. Hacia fines del siglo xx el empleo de THM alcanza su cúspide, al atribuírsele beneficios adicionales sobre el aparato cardiovascular, la memoria y procesos cognitivos, la piel y fanerios y la calidad de vida. Los resultados del estudio WHI, publicados el año 2002 echaron todo por tierra, al señalar un incremento significativo de los riesgos de enfermedad coronaria, accidente cerebro vascular, trombo embolismo venoso y cáncer de mama. Como consecuencia, la THM totalmente execrada. Sin embargo, el reanálisis de los datos demostró, en mujeres menores de 60 años, efectos favorables de la THM sobre el riesgo enfermedad coronaria. Estudios más recientes señalan que estrógenos administrados por vía transdérmica asociados a progestinas no MPA no aumentan los riesgos de accidente cerebro vascular, tromboembolismo venoso y cáncer de mama; y, tienen un fuerte impacto sobre la calidad de vida de las usuarias. Nuevamente las THM estarían encontrando un adecuado cauce.

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