Abstract

Durante los años cincuenta y sesenta el País Vasco fue receptor de una oleada de inmigrantes que, procedentes del resto de España, llegaba en busca de trabajo. Su presencia reavivó la xenofobia de un sector del nacionalismo vasco. Cuando ETA comenzó a matar, se enfrentó al dilema de qué hacer con ese colectivo: integrarlo en su utopía de una gran nación vasca homogénea o expulsarlo. En este artículo se abordará esta cuestión poniendo el foco en dos inmigrantes procedentes de la misma comarca de Badajoz y residentes en Zarauz, que murieron en la etapa final de la dictadura franquista. Uno, Juan Paredes (Txiki), se integró en ETA y fue ejecutado tras un juicio sumarísmo. El nacionalismo radical lo elevó a la categoría de mártir, instrumentalizándolo para fomentar la asimilación de otros inmigrantes. Otro, Manuel López Treviño, era un guardia civil que fue asesinado por la banda en venganza del fusilamiento de Txiki. Como otras víctimas del terrorismo, fue señalado como un villano y un ejemplo a evitar.

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