Abstract
A pesar de los insultos que le dirigieron los miembros de la Internacional Situacionista al cine de Godard, existe un campo teórico común que los une: la crítica al neocapitalismo y la sociedad de consumo. El trabajo de Godard, labrado siempre en las fronteras entre documento y ficción, entre ensayo sociológico e imagen poética, guarda fuertes paralelismos con los textos situacionistas que denunciaban la enorme transformación del espacio, el tiempo y el lenguaje en los años sesenta. El mejor ejemplo para recorrer estas afinidades es, a nuestro juicio, Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution. Haremos por tanto una lectura de esta película en relación con otros títulos del realizador para detenernos en aquellas cuestiones que la ligan a esa vanguardia y a otras vertientes del pensamiento crítico y que tienen que ver con la censura a la separación y la mercantilización del cuerpo y el tiempo en el mundo moderno y la necesidad de liberar la vida.
Highlights
Despite the insults directed by the members of the Situationist International to Godard’s cinema, there is a common theoretical field that joins them together: the critique of neocapitalism and consumer society
En contraste con el cine situacionista, en el trabajo de Godard encontramos auténticos frescos hinchados de imágenes venidas de la televisión, la prensa o la publicidad y siempre al borde del estallido
El cineasta sea tan importante para pensadores que como Jacques Rancière y Georges Didi-Hubermam, están empeñados en descubrir el potencial político de la imagen y destapar el absurdo antidemocrático que se esconde detrás del argumento sobre su abundancia y su masificación[8]
Summary
Jean-Luc Godard no gozaba de buena reputación entre sus contemporáneos de la Internacional Situacionista. La reflexión de Godard rara vez cae en este eterno problema del exceso de imágenes esas que según los seguidores de Debord, acumuladas en forma de capital habrían de convertir nuestras vidas en una representación hecha por otros. Tanto es así que en varias ocasiones los guiones de sus películas contienen fragmentos extraídos de ensayos sociológicos, como ocurre con el de Marcel Sacotte La prostitución (1959) que Godard empleó para escribir Vivre sa vie (Vivir su vida, 1962), o los dos estudios periodísticos Vivre à Sarcelles y Grands ensembles. Desprovistos de toda consciencia sobre la realidad, estos seres están programados para repetir las lecciones dictaminadas por la maquínica Alpha 60 y obedecer sumisamente las inequívocas señales que pueblan sus avenidas. Cualquier indicio de que exista una motivación –con toda la carga semiótica que arrastra el término– entre un acto o una afirmación y un sentimiento, esto es, una verdad que los una, es razón suficiente para que las autoridades de la ciudad, con la policía o Ministerio de la disuasión a la cabeza, den la voz de alarma y puedan incluso sentenciar condena de muerte a los sujetos desviados que han utilizado el lenguaje de esta forma
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