Abstract

Cada cómic infantil es un medio de evasión y al mismo tiempo profundamente formativo, porque su mensaje (explícito e implícito) es capaz de generar interpretaciones de la realidad. Un ejemplo es el eterno desafío entre el bien y el mal, que dirige a la infancia a distinguir las acciones correctas de las incorrectas: el cómic es, al final, una especie de 'guía de los valores subyacentes a las relaciones sociales'. Este artículo busca definir brevemente, a través del análisis de algunos clásicos del cómic de la primera mitad del siglo XX, cuál es la representación del mundo animal; cómo persiste la idea que los seres humanos son portadores de una conciencia y sentimientos "superiores" que los distinguirían también de los animales. ¿Se refuerza en el cómic infantil esa presunta 'inferioridad' sentimental que permitió (y permite) justificar, a su vez, la explotación del cuerpo animal? ¿Cómo se expresa esta jerarquía en el cómic? ¿Fortalece (o, más esporádicamente, contrasta) un modelo atribuible a la categoría de 'especismo'?

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