Abstract

Las medidas agroambientales se consideran la principal herramienta disponible para frenar la pérdida de biodiversidad asociada a la intensificación de la agricultura. Sin embargo la cuestión sobre si constituyen o no una herramienta adecuada para cumplir este objetivo continúa siendo objeto de debate científico. Las evaluaciones realizadas hasta el momento ofrecen resultados muy variables al respecto. En general, las medidas resultan efectivas cuando su objetivo es la conservación de especies concretas en regiones bien delimitadas, pero esta efectividad suele ser menor cuando sus objetivos son más amplios, como la conservación de la biodiversidad en un país o región. Se han propuesto varias razones para explicar las limitaciones observadas con el fin de mejorar la efectividad de las medidas. En primer lugar se encuentra la dificultad de diseñar prescripciones que beneficien a conjuntos de especies con requerimientos diferentes e incluso contrastados. Otra de las principales limitaciones de las medidas agroambientales es su aplicación a escala local (campos de cultivo), lo que restringe su capacidad para compensar los efectos paisajísticos o regionales de la intensificación agrícola o de otros cambios de uso. Finalmente, las relaciones no lineales entre intensificación agrícola y diversidad a varias escalas espaciales y sus efectos interactivos implican que la efectividad de las medidas pueda variar dependiendo del grado de extensificación de la medida y del sistema en que se aplica. Es necesario que los programas agroambientales adopten un enfoque a múltiples escalas espaciales, combinando la extensificación de las prácticas agrícolas con la conservación del paisaje agrario. Las medidas de conservación más adecuadas en cada caso dependerán del contexto paisajístico, así como del nivel de intensificación del sistema agrícola de interés. En sistemas agrícolas intensivos, con niveles intermedios de complejidad paisajística, se deberían aplicar medidas genéricas basadas en la reducción de la intensidad de los usos agrícolas, y dirigidas al mantenimiento de los servicios ecosistémicos que desempeñan los organismos que albergan. Los sistemas agrícolas complejos requieren el mantenimiento de los usos tradicionales extensivos que garantizan la conservación de paisajes complejos con niveles elevados de biodiversidad, en combinación con medidas específicas para las especies amenazadas presentes en los mismos. Para ello podrían utilizarse herramientas de la Política Agraria Común (PAC), como la condicionalidad o los programas para áreas de alto valor natural, así como medidas específicas de planificación territorial dirigidas a fomentar la heterogeneidad y la conectividad en los paisajes agrícolas.

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