Abstract

En el siglo XXI, la medicina no se entiende sin medicamentos: sin ellos no hay cura, con ellos debemos afrontar errores de prescripcion y reacciones adversas. En 2005, el Gobierno espanol promovio el Estudio Nacional de Efectos Adversos (ENEAS) ligados a la hospitalizacion. Se evidencio que casi el 10% de los pacientes ingresados presentaban un efecto adverso derivado de la asistencia, de los cuales casi el 30% eran causados por medicamentos1. En 2007, el Institute of Medicine de Estados Unidos publico un informe titulado «Preventing medication errors», enfatizando que, como minimo, ocurren 1,5 millones de acontecimientos adversos prevenibles al ano en dicho pais1. No existe una definicion normalizada y adoptada internacionalmente sobre que es un error de medicacion. De ahi, que analizar los diferentes estudios publicados al respecto sea complejo. Ademas, al desconocer que se debe comunicar, estamos frente a una realidad notificada muy por debajo de su verdadera dimension1. Entre las multiples descripciones existentes, destacan 3 conceptos que nos ayudan a comprender la naturaleza de los errores de medicacion y siempre se repiten: son prevenibles, no siempre causan dano, y su origen es multifactorial y multidisciplinar1,2. Pero estos conceptos no resuelven las cuestiones practicas del problema. Ante un posible error de medicacion, la mayoria de los profesionales sanitarios ignoran las consecuencias medicolegales de una notificacion3. Si no ha habido dano, ?para que

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