Abstract

La muerte inesperada en la corte de Madrid del jesuita Baldassarre de Loyola Mandes en 1667 ofreció la posibilidad de dar a conocer al auditorio cortesano este modelo de jesuita, cautivador, exótico y ejemplar. Así lo muestran el cuidado del enfermo, el enterramiento con pompas reales, el sermón fúnebre por un jesuita, predicador real, y la perpetuación de su memoria con la obra de El Gran Príncipe de Fez, de Calderón de la Barca.

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