Abstract

A mediados del siglo xix, el neogranadino Nicolás Tanco Armero se convirtió en el principal agente exportador de culíes chinos a Cuba, pese a que antes de sus travesías al Oriente (1855), en la Nueva Granada, expresara una apasionada defensa por el derecho de los ciudadanos a gozar de la libertad. Tanco Armero —defiende esta investigación— construyó un discurso netamente capitalista, abolicionista y civilizatorio, basado en las condiciones sociales y raciales de los pueblos sínicos, que le permitió justificar la contratación de servidumbre asiática para el desarrollo de trabajos forzados en las islas del Caribe. A través de la noción de representación, este artículo analiza elementos psicológicos y sociológicos que, combinados, construyeron un utillaje mental y brindaron sentido a sus impresiones visuales del mundo oriental. La libertad, queda así documentado, atravesó complejos procesos de representación racial y cultural, los cuales adquirieron mayor complejidad por la presencia de colonos asiáticos en sociedades acostumbradas a ver y convivir entre el blanco y el negro.

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