Abstract
En este artículo examinamos las vicisitudes de la reflexión sobre la disciplina histórica llevada a cabo por los historiadores españoles en los últimos cien años. Para ello distinguimos diversas etapas que son un reflejo de los factores básicos de la profesionalización de la historiografía española. La primera, a finales de siglo, está relacionada con el nacimiento del oficio de historiador y la recepción de los debates europeos de la «historia como ciencia». La segunda, que va de los años veinte a los sesenta, está caracterizada por una prolongada «reacción antipositivista» bajo la influencia de la epistemología y la historia intelectual de procedencia germana. Y una tercera, paralela al proceso renovación historiográfica desde mediados de los sesenta, que es la que ha traido un encuentro con cuestiones básicas de la historia social y de la moderna epistemología, preparando el terreno a las actuales reflexiones.
Highlights
In this article we examine the vicissitudes of reflection on the discipline of history carried out by Spanish historians in the last hundred years
Los autores españoles se decantaban por una nueva y más acorde con el proceder de las ciencias sociales, expresada por ejemplo en este comentario de José Ángel García de Cortázar en la que fue primera obra conjunta de reflexiones historiográficas publicada en España:
Summary
EL DEBATE DE LA HISTORIA COMO CIEMCIA O EL MACIMIEMTO DE LA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA EM ESPAÑA. Con esta segunda acepción Adolfo Posada se había referido a «la Sociología como Historia», y Rafael Altamira, en la revista británica The Aíenaeum , a los dos autores y obras en su opinión más importantes de «nuestra historia social»: las Instituciones sociales de la España goda de Eduardo Pérez Pujol (1894, obra postuma) y el Colectivismo agrario de Joaquín Costa (1898)'^^. ^^ De Sales y Ferré puede decirse sin duda que fue un discípulo «emancipado» del krausismo, como ya lo caracterizó en su época Adolfo Posada; de Dorado Montero, que la influencia del krausismo le venía de su pasajero contacto personal con Giner en los años de doctorado (1883-85) y sobre todo de su colaboración posterior con Posada (1891-1904), pero la impronta positivista era anterior y sobrepasaba la influencia del propio Posada, quien lo distinguió como un autor influido por la fílosofía del Derecho de Giner manteniendo «una posición original independiente» En suma, fue u na de las más importantes pruebas de que el «krausopositivismo», por su capacidad de adaptación a las novedades y arcaísmos del mundo culto español, había acabado imponiéndose a otras concepciones positivistas más radicales y reticentes a la metafísica y a la historiografía profesional
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