Abstract

Los Estados Unidos fueron vistos desde comienzos de la revolución independentista como un aliado natural de la Nueva Granada por su doble condición americana y republicana. Esta persistente idea explica que, ante diversas agresiones de Francia y Gran Bretaña, Tomás Cipriano de Mosquera buscara comprometer a los norteamericanos durante su primer gobierno (1845-1849) con una posición más decidida y solidaria. Ello se consiguió mediante la ardua negociación, suscripción y ratificación de un tratado binacional y a través de la firma de un contrato para construir un camino carretero y un ferrocarril interoceánicos en Panamá. Esta situación de “cuasi alianza”, sellada en el momento mismo en que se descubrían las minas de oro californianas, fue interrumpida en 1856 cuando un motín en el Istmo dio pie al gobierno de Washington a formular pretensiones expansionistas. Tras un corto paréntesis antiyanqui en el que participaron por igual conservadores y liberales, las aventuras colonizadoras de las potencias europeas en el continente permitieron a este último partido renovar la fe en la asociación republicana.

Highlights

  • S government in an ever more solidary diplomatic action

  • From the very dawn of the Neogranadian revolution, the United States of America was perceived as a natural ally of the new polity, a great nation made up of fellow

  • This was ostensibly achieved in 1848, when after intense lobbying, Neogranadian diplomats obtained a bi-national treaty, as well as a major contract with a US company for the construction of a cart-way and a railroad across the Panama isthmus. These efforts only came to fruition when the gold rush struck in California, so that Panama suddenly became a passageway of vital importance. The alliance, as it was widely perceived in Nueva Granada, received a major blow in 1856, when a popular street riot in the Isthmus was used in the US as the pretext for imperialistic attitudes

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Summary

La fe en el aliado natural

Durante el interregno (1808-1816), los Estados Unidos, más que un ejemplo, constituían una prueba cierta de las virtudes de la revolución, la independencia y la república. A finales de 1831, cuando aún no era clara la disolución de Colombia y se pensaba que ella podía ser reconstituida bajo lógicas federales, las autoridades de Bogotá enviaron a Domingo Acosta a los Estados Unidos con el carácter de Encargado de negocios Aunque desde el 17 de septiembre del año siguiente el agente actuó como delegado exclusivo de la Nueva Granada, la anomalía de una representación cometida por dicho gobierno en nombre de Colombia persistió hasta octubre de 1835, cuando, dándose por irrevocable la disolución, y ante solicitud expresa del Secretario de Estado John Forsyth, se expidieron nuevas credenciales y se concedió el exequátur correspondiente Como se ha visto, con una aguda sensación de desamparo por parte de la Nueva Granada frente a las agresiones de Francia y Gran Bretaña y, más que nada, con respecto a las intenciones claras de esta última de apropiarse del Istmo. Como se verá a continuación, esa misma fe en el aliado natural conduciría a los gobernantes neogranadinos a restar importancia a la intervención norteamericana en México, a pesar de que constituía una evidente advertencia

El Istmo en comodato
El paréntesis antiyanqui

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