Abstract

La configuración del personaje Alberto Fernández (el Poeta) de La ciudad y los perros (1963) es camaleónica en función de la violencia, por el hecho de asumir que su comportamiento, en algunas ocasiones, era agresivo para adquirir un respeto determinado; por el contrario, no será una actitud diacrónica, el personaje tenderá a querer experimentar un poco más su agresividad al tratar de derrotar al Jaguar y al querer vengarse por la muerte de su compañero Ricardo Arana (sucede ahí lo que Landowski denominó el riesgo al fallo de la programación o el mal ajuste, hecho desde su interacción como camaleón). Asimismo, su lado humano se destaca (con esa actitud, se contrarresta esa violencia, la cual controla mayormente): es pacífico, sabe convivir en aquel espacio violento, no busca pleitos y llega también a convertirse en cobarde y delator (en el momento que es chantajeado por las autoridades del Leoncio Prado al no mencionar nada sobre la muerte del Esclavo, ya que de hacerlo se le expulsará por ser el autor de novelitas pornográficas que ha difundido en toda su sección).

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