Abstract

El artículo de Nikolay Koposov analiza específicamente un proyecto de ley sobre memoria, puesto en discusión por el Parlamento ruso en 2009. El proyecto se remonta al conflicto ruso-estonio de 2007 con motivo del traslado del monumento de bronce “al soldado desconocido soviético” del centro de Tallin a un cementerio militar: uno de los tantos conflictos de memoria abiertos en el curso de los últimos años entre Rusia y algunos de sus vecinos (Ucrania, Polonia, Países Bálticos). Rusia se ha mostrado particularmente sensible a cualquier crítica relativa al papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Después del fin de la URSS, la memoria de la guerra se ha transformado en el principal basamento de la identidad nacional rusa, la que a su vez sirve para eclipsar otra memoria: la del terror estalinista, con la que, ni los sucesivos gobiernos postsoviéticos ni la mayoría de la población han querido, hasta ahora, hacerse cargo. Otra de sus funciones consiste en el interés de convencer al pueblo ruso del papel positivo del Estado en la historia nacional, núcleo ideológico central el poder ruso actual. Si al inicio de los años noventa la concepción neoestalinista de la historia parecía por completo superada, posteriormente ha cobrado fuerza e incluso se ha asistido a una cierta rehabilitación del difunto dictador tanto como vencedor de la guerra mundial como modernizador de la sociedad rusa. El mito del pueblo inocente y heroico y la glorificación del Estado aparecen en el centro de las representaciones colectivas. En este contexto de avivamiento de un nacionalismo ruso es donde se ha situado éste proyecto de ley sobre la memoria, del cual Koposov describe sus itinerarios y conclusiones.

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