Abstract

En el nivel de los principios proclamados, una de las señas de identidad de las democracias occidentales es la participación de la población en la vida política, económica y cultural. En la práctica, sin embargo, la gestión cotidiana de esas esferas corre a cargo de profesionales de la política, corporaciones transnacionales y oligopolios mediáticos. El presente texto trata de recoger las formas de participación de la ciudadanía en el ámbito de la política en un sentido amplio. Si bien la participación indirecta, a través de procesos electorales, ha sido notable durante las tres últimas décadas, la intervención directa en la esfera pública es muy limitada, salvo para una minoría social más activa o en casos excepcionales de movilización colectiva. Tanto los datos aportados por el Barómetro social de España como los sondeos cuantitativos y cualitativos de opinión pública apuntan a que vivimos en una sociedad tecnocrática o plutocrática, más que democrática. El modelo político establecido en España en las últimas décadas ofrece un marco institucional ambivalente para la participación ciudadana: por un lado, se afirma el derecho a la participación y se establecen algunos cauces concretos que antes no existían; por otro, el énfasis en la delegación (mecanismos de representación) impone unos límites precisos a la participación directa en los asuntos públicos.

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