Abstract

Durante el siglo XVI las élites nobiliarias tomaron como modelo de comportamiento al gentiluomo descrito por Baldassare de Castiglione en su Cortegiano. Según este ideal, la música jugaba un papel esencial en la formación de príncipes y cortesanos. El soberano humanista debía conjugar la doble faceta de intérprete y patrón. Paradójicamente y bajo este prisma, en las cortes italianas de Mantua y Ferrara la figura de la mujer adquirió una relevancia especial en dos ámbitos, por un lado en el intenso patronazgo musical ejercido por las princesas de las familias gobernantes, y por otro en la importancia de las cortesanas y profesionales como intérpretes. Todo ello posibilitó el desarrollo de un estilo de canto de gran refinamiento y de un virtuosismo extremo, explicitado en el concerto delle dame de la corte estense de Ferrara de finales del siglo XVI.

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