Abstract

<p>En el año 1953 Jorge Oteiza lee el libro <em>Saber ver la Arquitectura</em> de Bruno Zevi, dibujando y anotando reflexiones en su ejemplar, conservado en su biblioteca personal. Esta lectura le influye directamente en sus trabajos que estaba realizando en la arquitectura, bien en el interior, como en la Cámara de Comercio de Córdoba, o bien en la fachada exterior, como en la Basílica de Aránzazu. A partir de su análisis, se establece que esta lectura es uno de los punto clave en la evolución de la relación del escultor con la arquitectura, que le lleva a la compresión del espacio como material común, permitiéndole avanzar en ambas disciplinas.</p>

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