Abstract
El propósito de este trabajo es realizar un primer acercamiento al estudio de la labor de Ángel Fernández de los Ríos en favor del cuento popular y literario, primero a través de las revistas pintorescas e ilustradas en las que colaboró y dirigió y luego a través de su Tesoro de cuentos (1864), con la idea de examinar su interés por este género narrativo, la finalidad con que se escribió este volumen, el contexto en que se publicó y su novedad.
Highlights
Abstrac The purpose of this work is to make a first approach to the study of the work of Ángel Fernández de los Ríos in favour of the popular tale and the short story, first through the picturesque and illustrated magazines in which he collaborated and directed and through his Treasury of Stories (1864), with the idea of examining his interest in this narrative genre, the purpose for which this play was written, the context in which it was published and its novelty
Como si la elección de ese seudónimo fuera fruto de un presentimiento, Fernández de los Ríos hubo de abandonar su patria esta vez por un periodo más largo que llegaría hasta su muerte en 1880
Curiosamente, a partir de 1864, «por primera vez en el siglo, se registra un notable volumen de producción editorial de libros de cuentos» (Ezama, 1998, 700), que hasta entonces en España mayoritariamente solían ver la luz en las páginas de una revista o en el folletín de un periódico (Ezama, 1996, 741-743), pero bien por rentabilizar la publicación del volumen o bien por ampliar el eco de su compromiso político y social, algunos de los relatos del Tesoro de cuentos verían la luz luego en el citado semanario
Summary
Resumen El propósito de este trabajo es realizar un primer acercamiento al estudio de la labor de Ángel Fernández de los Ríos en favor del cuento popular y literario, primero a través de las revistas pintorescas e ilustradas en las que colaboró y dirigió y luego a través de su Tesoro de cuentos (1864), con la idea de examinar su interés por este género narrativo, la finalidad con que se escribió este volumen, el contexto en que se publicó y su novedad. En enero de 1869 aceptó el encargo de viajar a Lisboa para ofrecer la corona a Don Fernando de Coburgo, decisión que no debe extrañar en un escritor que, como Valera y otros, había sido convencido defensor del ideal iberista —que aspiraba a la reunión de España y Portugal—, apoyada desde las páginas del periódico de su amigo Pedro Calvo, La Iberia. Como si la elección de ese seudónimo fuera fruto de un presentimiento, Fernández de los Ríos hubo de abandonar su patria esta vez por un periodo más largo que llegaría hasta su muerte en 1880. Fernández de los Ríos regresaría a España ya cadáver, en un vagón que lo condujo desde la estación de Orleans a la del Norte en Madrid, como narra la cuantas anécdotas, cuentecillos jocosos o chistes, en su mayor parte sin firma, al estilo de los que ya había incluido en El Agricultor español. Crónica que Jacinto Octavio Picón redactó en París, para La Ilustración española y Americana (30 de junio de 1880), e ilustró gráficamente su amigo Pellicer
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