Abstract

Este artículo aborda la naturaleza apática que la modernidad ha atribuido a los objetos. Se centra en la estandarización de los mismos en el deporte y ofrece un caso anómalo dentro del mismo: el de la pelota vasca. A pesar de la regulación de sus límites, en dimensiones y peso, las pelotas en el juego vasco son singulares, es decir, cada una de ellas posee una personalidad propia que debe ser reconocida. Tres días antes del partido, los pelotaris se reúnen para elegir las pelotas y mostrarlas al público, un acontecimiento que abre un juego de perspectivas que tiene efectos en la conceptualización de pelotas y pelotaris y que dificulta considerarlos objetos y sujetos respectivamente. Haciendo uso de conceptos como cuasi-objeto (Michel Serres) o reciprocidad de perspectivas (Roy Wagner), el artículo defiende que la “invención de los objetos” producida por la modernidad niega procesos de reconocimiento con las cosas que son sustanciales para la comprensión del sí-mismo y de los otros. Los “sujetos” sostienen la ilusión de que son ellos, y nada más ellos, los que están dirimiendo sus propias diferencias y obvian el hecho de que son a la vez objeto y sujeto para el otro, sea este persona, animal o cosa.

Highlights

  • This article addresses the apathetic nature modernity attributes to objects

  • Esto tiene consecuencias en el modo en que se concibe el objeto y, por tanto, también en cómo se piensa el pelotari, algo que vamos a abordar en el siguiente apartado

  • (1981): The Invention of Culture, University of Chicago Press

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Summary

Introducción

Una de las más agradables sorpresas de mi etnografía sobre la pelota a mano profesional en el País Vasco fue descubrir que las pelotas que se utilizan en el juego no están estandarizadas y que existe todo un proceso de selección y cuidado de las mismas. La naturaleza apática que la modernidad ha atribuido a los objetos, y una de cuyas modulaciones ha sido la estandarización de los mismos, pretende ser aquí contrastada con el caso de las pelotas en el juego vasco, de quienes se dice que tienen personalidad propia. Los varones se autoconstituyen como grupo juramentado de iguales, una igualdad que se sostiene sobre el reconocimiento y la distribución de las diferencias al interior del grupo, pero que solo es posible por exclusión y equiparación de aquellos a quienes se designa como “otros”. Más allá de estas prolongaciones, que no conculcarían la igualdad de oportunidades al entenderse que un sujeto se conforma junto a sus propiedades, lo que sostiene la ilusión de la ecuanimidad es la presencia de intermediarios, esos objetos imparciales que son para todos igual —en los casos mencionados arriba pistas, listones o dianas—. Esto tiene consecuencias en el modo en que se concibe el objeto y, por tanto, también en cómo se piensa el pelotari, algo que vamos a abordar en el siguiente apartado

El pelotari
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