Abstract

Desear y aunar esfuerzos para que la Iglesia sea efectiva y auténticamente signo y presencia del amor liberador de Dios en medio de la humanidad es misión y tarea que corresponde a todos los creyentes, quienes nos sentimos vinculados e identificados con la comunidad de fe y caridad, que, reunida en nombre de Dios, camina peregrinante entre luces, sombras, alegrías, sufrimientos y luchas hacia el cielo nuevo y la nueva tierra. El presente artículo hace un análisis en torno a la comprensión de la Iglesia como comunidad de fe y amor, que subyace en el Documento de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Medellín en 1968. Allí los obispos latinoamericanos buscaron precisamente que las comunidades eclesiales locales fueran la presencia visible de un movimiento renovador para nuestro continente, quienes dieron fuerza de manera especial al concepto de Iglesia local: una iglesia visible, pobre a nivel espiritual y material, que da preferencia a los pobres y excluidos, una iglesia profética y servidora del mundo, presente en la vida diaria y en las diferentes situaciones de los seres humanos, que las ilumina con el Evangelio y la luz de Jesucristo.

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