Abstract

El crecimiento esperado de la demanda eléctrica y la insuficiencia de las fuentes de producción tradicionales (basadas en la producción hidroeléctrica y en centrales térmicas convencionales) llevaron a que las empresas eléctricas en Cataluña proyectasen la construcción de hasta ocho plantas nucleares de alrededor de 1.000 MW de potencia. Los efectos de la crisis del petróleo sobre la demanda provocaron una sustancial reducción del proyecto, que se vio limitado a cuatro unidades con autorización previa a mediados de la década de 1970. A diferencia de lo ocurrido con las centrales de primera generación, las empresas promotoras fueron las principales protagonistas de las decisiones relacionadas con el emplazamiento, la tecnología y los suministradores, sujetas tan solo a las preceptivas autorizaciones, mínimos requeridos de participación nacional y principios de seguridad nuclear.

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