Abstract

La Habana transitó por las décadas centrales de la primera mitad del siglo XX sin un verdadero plan de ordenación urbana, pese a un fuerte crecimiento demográfico que pasó desde los 446.848 habitantes de 1919 hasta los 1.528.800 habitantes de 1960. Pese a los intentos reguladores, las dinámicas del mercado del suelo e inmobiliario tomaban carta de naturaleza en una ciudad que proseguía su imparable crecimiento a impulsos individuales, de la mano de un urbanismo especulativo, supeditado a la expansión suburbana sin límites. La ciudad que deseaba alcanzar una imagen cosmopolita y contemporánea, elegía las propuestas del Movimiento Moderno para definir su nueva morfología urbana y, con ella, expresar su emergente estructura social y económica. Influenciado por los CIAM, en 1954 se formulaba la Carta de La Habana. En 1955 la Junta Nacional de Planificación contrataba a Wiener y Sert para diseñar diversos planes urbanísticos para la puesta en valor turístico de Varadero y La Habana del Este, así como para redactar el nuevo Plan Director de La Habana. La Revolución supuso el freno a las propuestas de reforma interna, pero desarrolló las ideas de La Habana del Este.

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