Abstract
<p>La casa Fernández, emplazada en el primer cuadro del puerto de Tampico, fue proyectada y construida en 1926 por el ingeniero tampiqueño Bartolo Rodríguez Saunders (1896-1983), formado en el Georgia Tech, de la ciudad de Atlanta y por el arquitecto Aréchiga, de origen catalán. El tratamiento ornamentalista del edificio, próximo a la abundancia decorativa del modernismo catalán, podría estar asociada con el origen de Aréchiga. El promotor y propietario original de la casa Fernández fue Luciano Fernández Gómez. Carlos González Salas, cronista vitalicio del puerto de Tampico, señaló que la casa Fernández había sido conocida como “casa del pastel,” nombre que manifiesta la ironía popular resultante de la ostentación del inmueble, síntoma de la emergente prosperidad de los propietarios, en una sociedad marcada por el auge petrolero, cuando el proyecto cultural nacionalista -a pesar de ser hegemónico– no permeaba en todos los sectores de la sociedad mexicana.</p>
Highlights
Resumen La casa Fernández, emplazada en el primer cuadro del puerto de Tampico, fue proyectada y construida en 1926 por el ingeniero tampiqueño Bartolo Rodríguez Saunders, formado en el Georgia Tech, de la ciudad de Atlanta y por el arquitecto Aréchiga, de origen catalán
who studied at Georgia Tech in Atlanta
The local historian Carlos González Salas has said that the Fernández House has long been known in
Summary
En una postal titulada “Tampico Residencia calle Miradores,” fechada el 7 de mayo de 1933, enviada desde el puerto mexicano hasta Chelles, Francia (18 km al oriente de París);[1] por un cariñoso Roger Sèguin a su hija, mademoiselle Andrée El especialista Juan José Lahuerta alude a Salvador Dalí, quien en 1933 (casualmente el año en que la tarjeta postal que hemos comentado sería enviada desde Tampico hasta Francia) publicaría un artículo en la revista francesa Minotaure titulado “De la beauté térrifiante et comestible de l’architecture Modern Style” (De la belleza terrorífica y comestible de la arquitectura Modern Style).[5] Lahuerta señala que en el borrador de su texto, Dalí denominaba al modernismo catalán en general y en particular a la obra de Gaudí: “la pâtisserie Barcelone.”. La relación que establecía Dalí con la idea romántica de lo sublime, especialmente la de Schiller, que asocia lo terrible con lo bello,[6] y menos aún, la propia idea del pintor catalán que remataba su artículo con la sentencia: “la belleza será comestible o no será” en alusión a la calidad poderosamente seductora de la arquitectura modernista,[7] que lleva al extremo a un tiempo irracional e imposible, de incitar a lamerla e incluso a morderla, justamente como si se tratara de un pastel
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