Abstract

Este artículo asume la tarea de hacer teología sobre la realidad de las víctimas, especialmente de las personas abusadas sexualmente. Su intento es delicado porque cualquier discurso sobre las víctimas y el mal en general corre el riesgo de justificar lo injustificable. Esto sucede exactamente las veces que se exalta la importancia que tiene la cruz para la salvación de los pecadores, pero se olvida la historia del Jesús que murió asesinado por ofrecer una liberación, en primer lugar, a las víctimas de los pecados. El texto ofrece una comprensión de Cristo como víctima que ayuda a rehabilitar a las víctimas y a impedir que nue­vas personas padezcan lo que estas padecieron. Asimismo, resalta la importancia teológica de ellas pues a través de las personas abusadas es posible llegar a saber que Dios es liberador y que el cristianismo, hasta donde podemos entenderlo, es solidaridad con los inocentes.

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