Abstract

El asesinato de Jaime Garzón fue una masacre. Aquel 13 de agosto de 1999 mataron a Heriberto de la Calle, Néstor Elí, Inti de la Hoz, William Garra, John Lenin, Emerson de Francisco, Dioselina Tibaná y tantos otros personajes que poblaron nuestra risa. Los colombianos de la época recordamos el momento preciso en que nos enteramos de la muerte de Jaime. Al país se le heló la sangre. Veinte años después del crimen muchas preguntas quedan en el aire. Tal vez nunca sabremos quiénes fueron los determinadores. El solo hecho de imaginar cómo este crimen fue posible, y lo sigue siendo, nos desesperanza de Colombia. Sin embargo, quién hizo la vida más amable nos invita a pensar el destino de un pueblo. Nuestro deber de memoria lo es también de imaginación.
 Esta cantata conmemora la gesta de un humorista que marcó nuestra cultura. Como dice el adagio: quien canta sus malas espanta. Juntos tomamos distancia de las tragedias y descubrimos una tonada con semilla de futuro. El lenguaje cuando trata de ser justo, anticipa una forma de justicia. La violencia, si se define como sólo agresión, es siempre la de los otros. Las coplas, mediante su juego, descubren el poder de las palabras, la gracia que nos cobija y el consuelo que nos anima.

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