Abstract

Luis II de Borbón-Condé irrumpió en la política de Flandes a finales de 1651, por su alianza con Felipe IV, en el marco de la Guerra Franco-Española y de la Fronda. Es más, su exilio en aquellas provincias se hizo ya inevitable, en el verano de 1653. Esta coyuntura, que se prolongó hasta la Paz de los Pirineos, conllevaría importantes alteraciones en el gobierno general de Flandes, hasta el punto que podemos calificarlo de “extraordinario”. El héroe de Rocroi, amparado en su dignidad y prestigio y en el apoyo inquebrantable del rey católico y de su propia clientela, siempre defendió el estatus y poder que consideraba corresponderle. Así, a la autoridad de las principales instituciones y ministros de Felipe IV en los Países Bajos católicos se añadió y, en muchas ocasiones, se opuso la del Grand Condé.

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