Abstract

El estudio de pensadores como Bartolomé de Las Casas, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Juan López de Palacios Rubios, Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco Suárez, Juan de Mariana, José de Acosta o Pedro de Rivadeneyra cuenta con una amplia tradición que se renueva periódicamente. Su centralidad en la reflexión sobre la naturaleza de las personas que no formaban parte de la cristiandad en el momento de la expansión europea les ha hecho particularmente atractivos para comprender tanto la autoconciencia europea como la formulación de un marco teológico-jurídico en el que ubicar a todos los seres humanos y a las entidades políticas que componían. Su reflexión y sus confrontaciones se han considerado como eminentes para la definición de lo vendría a ser el derecho natural, el derecho de gentes y el derecho internacional.El libro de David M. Lantigua retorna sobre este campo para confrontarlo con una visión original e inteligente. La base argumental del libro, algo que quizá es más novedoso para un lector anglosajón, es que la línea de pensamiento de aquellos autores se anticipó sobre bases distintas a la formulación de lo que el autor llama el paradigma de Westfalia y el derecho natural positivo. Frente a la genealogía de la Modernidad fundada en la reiteración excluyente de los nombres de Grocio, Locke o Pufendorf, Lantigua sostiene, y demuestra mediante la comparación, que hubo otra reflexión diferente que no sólo resolvía los mismos problemas del iusnaturalismo clásico, sino que, al hacerlo desde una tradición cultural diferente, proponía soluciones distintas. Este principio, el de la existencia de diversas vías a una Modernidad que se antojaría así poliédrica, está presente en algunos de los debates historiográficos más recientes y, especialmente, en los trabajos que cuestionan la imagen estereotipada de unos mundos ibéricos arcaicos, inmóviles y antimodernos. La tesis de otra vía queda confirmada por el trabajo de Lantigua de forma convincente.Infidels and Empires es un volumen que vuelve a una temática clásica y la desarrolla con una visión propia y una perspectiva original que aúna el firme conocimiento jurídico y la exhaustiva erudición teológica. Su objetivo es ubicar en el pensamiento occidental los debates que buscaron responder a las urgencias impuestas por el mundo surgido de la expansión ibérica. Como indica su título, el texto se centra en las diversas opiniones que se habrían de construir y contraponer para aclarar cuál debía ser la posición de los infieles (lo cual incluía a judíos, musulmanes e “idólatras”) en un orden eclesial cristiano y político global. Los pensadores españoles no tenían otra opción que definir qué tipo de consideración y de derecho se debía aplicar a las poblaciones recién encontradas. Para formar sus argumentos estos teóricos movilizarían toda la batería de conocimientos acumulados por la cultura occidental cristiana que procedían de la filosofía griega, del derecho común, del agustinismo y el tomismo, de las concepciones de cruzada evangelizadora o civilizadora y de la lectura que de esas tradiciones habían hecho glosistas como Baldo y Bartolo. Pero toda esta herencia sería tamizada por la percepción de la realidad, de la práctica de la evangelización y de la conquista que tenían ellos mismos, bien a través de una experiencia mediada por los informes que llegaban de las Indias, bien gracias a la percepción directa que de esos sucesos podía tener un militante como Las Casas.Lantigua muestra cómo la reflexión de los dominicos sobre la integración en el cuerpo místico de Cristo, común para cristianos y conversos potenciales, extendía al conjunto de las personas los derechos que se pudieran reconocer a las poblaciones europeas, derechos que iban desde la capacidad de decidir sobre la adhesión a su soberano hasta la justificación para defender su propia singularidad política. Esto se enfrentaba a las concepciones de expansión punitiva o misionera que podía defender un pensador como Ginés de Sepúlveda. El libro estudia desde esta tensión de universalismo versus particularismo egocéntrico los famosos debates de la Junta de Valladolid, las publicaciones previas y posteriores y las trayectorias de sus protagonistas. Así, el autor puede echar una luz nueva sobre la importancia de la reflexión hispánica, de sus raíces teóricas y de las soluciones que nacieron de la apuesta universalista de esta escuela. Esto hace particularmente interesante un libro que resulta claro, lúcido, explicativo y estimulante. Ciertamente, se trata también de un volumen en el que se hubiera agradecido que el autor ampliara su diálogo con otras historiografías, pero que logra delimitar con brillantez cómo de aquellas tradiciones surgió una argumentación muy sólida que podía servir como base a una concepción nueva de la humanidad, una idea que sustentaría una Modernidad más inclusiva.

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