Abstract

Alzábase en el ángulo que forman la plazuela de Santa Ana y la calle de Sacramentos de Santa Ana, una vieja casa de la fachada siempre cubierta de polvo, de las ventanas cerradas siempre y, ofreciendo eternamente la mutilación caprichosa de sus cristalerías. Nada más pintoresco que la fachada de esta vieja mansión, cuya arquitectura hablaba de otros tiempos, de otras gentes y de otros gustos; nada más pintoresco que el abigarrado conjunto de negocios, si es lícito llamarles de este modo, establecidos bajo los techos apolillados y descoloridos de la vieja casa; un cafetín siempre concurrido de borrachines impertinentes y mal hablados; una fonda a cuyo ingreso dábanse de bofetadas, en una mesita cubierta de servilleta dudosamente blanca, unos tallarines de receta genovesa y unos anticuchos de receta limeña. Y, en medio de estos recintos del aire eternamente viciado, del aire que decía de alcohol, de cebolla y de tabaco, habríase una puerta, una grande puerta que daba paso a abovedado corredor y a viejo y amplio patio cobre cuyas piedrecillas extendíase el verde tapiz de hongos y algas de difícil clasificación. Era la Facultad de Medicina de Lima, había sido el Real Colegio de Medicina y Cirujía de San Fernando y había sido también, cuando entusiasmos republicanos nos hicieron renegar de cuanto pudiera oler a realeza, el "Colegio de la Independencia".

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