Abstract

La condición holista e inferencial que, según Davidson, define imperativamente a los procesos cognitivos colisiona con la existencia de las creencias intuitivas, a saber, aquellas creencias que son el fundamento de sí mismas y que no requieren, por tanto, de otra creencia para su respaldo. No obstante, si, por una parte, se adopta el modo en que Peirce entiende el término “intuición” y, por otra, se acepta la extensión del holismo inferencial, cabe, con todo, admitir la existencia de creencias intuitivas, sin incumplir la prohibición davidsoniana. En efecto, si la base inferencial de la creencia que se sostiene está radicada más allá de la agencia individual de quien la sostiene, la creencia en cuestión contaría como una intuición del agente, al tiempo que respetaría la restricción holista davidsoniana, en el sentido de que sería una creencia cuyo fundamento estaría en otra creencia, aun cuando se tratase, esta última, de una creencia residente en una sede agencial externa. La clave para lograr este propósito está en sostener una teoría del razonamiento extendido —análoga a la teoría de la mente extendida de Clark y Chalmers (1998)—, en virtud de la cual el agente pueda obtener, desde un asistente intuitivo —en calidad de autoría inferencial ajena—, aquello que no puede adquirir por propia autoría inferencial. Precisamente, en este trabajo expondremos un modelo de interacción lingüística de tipo davidsoniano —es decir, dialógico y triangular—, para el traspaso persuasivo de cogniciones, por medio del cual las razones de uno (el asistente) se conviertan en las intuiciones de otro (el asistido).

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