Abstract
El texto explora cómo las políticas de lugar articuladas por la Escuela de Mujeres de Madrid (Cundinamarca) alrededor de huertas orgánicas, se constituye en un referente intergeneracional para potenciar en la sabana el tránsito de trabajadoras de la industria de flores a trabajadoras cooperativas. De este tránsito, enfatiza la posibilidad de cuestionar una corporalidad femenina enajenada por la empresa capitalista y discute los desafíos de este tipo de apuestas. Finalmente examina el tipo de tránsito hacia formas de trabajo no capitalistas y sus efectos en las vivencias corporales de las mujeres.
Highlights
O texto explora como as políticas de lugar, articuladas pela Escola de Mulheres de Madrid (Cundinamarca) ao redor de hortas orgânicas, se constituem em um referente intergeracional para potenciar na savana o trânsito de trabalhadoras da indústria de lores a trabalhadoras cooperativas
Nuestro interés es trastocar la conexión educación-trabajo-economía y ensayar vías para pensar la continuidad cuerpo-territorio más allá de las previstas por el capitalismo; pensamos cómo transformar nuestras relaciones de género y, a la vez, cómo trabajar para vivir —y no vivir para trabajar o, según Gibson-Graham, Cameron y Halley (2013), cómo cuidar nuestro bienestar material y ocupacional pero también el físico, el comunitario y el social—
Para efectos de este texto desarrollaremos las dos primeras[12]
Summary
En las poscosechas prevalece la estética literalmente fría (4-8 °C) de las maquilas con numerosas ilas de mesas con puestos ijos; en algunas bodegas la música activa y entretiene a las trabajadoras. El dolor corporal de las trabajadoras agroindustriales es una expresión del dolor de la tierra, y su corporalidad laboral enajenada es una expresión de la enajenación territorial (de su biodiversidad, sus aguas) por parte de ese sector productivo. Nuestro interés es trastocar la conexión educación-trabajo-economía y ensayar vías para pensar la continuidad cuerpo-territorio más allá de las previstas por el capitalismo; pensamos cómo transformar nuestras relaciones de género y, a la vez, cómo trabajar para vivir —y no vivir para trabajar o, según Gibson-Graham, Cameron y Halley (2013), cómo cuidar nuestro bienestar material y ocupacional pero también el físico, el comunitario y el social—. La educación popular ofrece herramientas didácticas para pedagogizar la propuesta emancipatoria del feminismo y traducir sus reivindicaciones de modo que el contexto de las mujeres sea incorporado pertinentemente al análisis de sus condiciones de opresión y posibilidades de trasformación. Del espacio y el lugar en los procesos de transformación colectiva: la espacialidad de la resistencia (Routledge, 1997), las políticas espaciales de los movimientos sociales (Slater, 1997) o el giro geográico (Oslender, 2008) en el estudio de los movimientos sociales, entre otros
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