Abstract

Los concursos, como instrumentos particulares de gestión de la obra arquitectónica, se pueden entender como un campo de competencia e investigación del proyecto arquitectónico e integrado a los procesos de producción de los ámbitos de la cultura y la vida social en interrelación directa con las circunstancias espacio-temporales en que se dan dichos procesos. Podemos afirmar que los concursos acompañan la historia, el presente y el futuro de nuestra disciplina, ofician de formadores de equipos de trabajo, estimulan la creatividad y promueven los recambios generacionales. Estimamos que la habitualidad que cobró el sistema concursal, y que se dio en el proceso de modernización cultural vivida a partir de 1955 (posterior al derrocamiento de la presidencia de Juan D. Perón), produjo una particular sinergia que se constituyó en un marco a partir del cual las nuevas generaciones de jóvenes arquitectos encontraron un espacio de rebeldía, progreso y un camino en donde articular teorías y prácticas proyectivas, enseñanza y aprendizaje, relaciones de trabajo y de poder, entre otras. En este sentido es que emerge la figura del arquitecto Juan Manuel Llauró, uno de los representantes más emblemáticos de esta particular época, que supo comprender no solamente los aspectos socioculturales de esta década, sino que pudo reinterpretar en una clave humanista creativa los postulados del Movimiento Moderno.

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