Abstract

El diagnóstico de la enfermedad pélvica inflamatoria (EPI) puede ser difícil por lo variable de su presentación, y abarca desde una paciente agudamente enferma hasta cuadros asintomáticos. El síntoma más común es el dolor abdominal bajo (90%), otros síntomas son dispareunia, flujo vaginal y sangrado vaginal anormal, urgencia miccional, náuseas, vómitos y tenesmo rectal, entre otros. Para el diagnóstico se necesita uno de los siguientes hallazgos: dolor a la movilización cervical, a la palpación del útero o en la palpación anexial. Algunos exámenes auxiliares mejoran el criterio diagnóstico: aumento de leucocitos en la secreción vaginal, aumento de la velocidad de eritrosedimentación y la identificación de N. gonorrhoeae o C. trachomatis a nivel cervical. Otras pruebas útiles son los estudios por imágenes: ultrasonido, tomografía computarizada y resonancia magnética. El estándar de oro es el examen laparoscópico, aunque existen comunicaciones que señalan que la biopsia de endometrio puede complementar el diagnóstico, cuando no existe evidencia de enfermedad durante el examen laparoscópico. Se recomienda tener un umbral bajo para el diagnóstico de EPI, para que las complicaciones agudas perihepatitis, periapendicitis o rotura del absceso tuboovárico- o las crónicas -dolor pélvico crónico, infertilidad y embarazo ectópico- comprometen la salud sexual y reproductiva de las pacientes.

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