Abstract

En este artículo se describen algunas de las dificultades presentadas cuando se postulan, para su evaluación y aval de parte de comité de ética, proyectos de investigación de áreas de conocimiento con lenguajes y lógicas que se alejan de la investigación clínica. Se presentan dos casos, cuyos objetos de conocimiento tienen epistemologías disímiles a los que usualmente se deliberan en estas instancias. El primero trata de una instalación de arte que permitió el estudio del vínculo afectivo entre seres humanos y ratones de laboratorio. Se analizan las solicitudes puntuales de parte del comité de ética y las respuestas emitidas por la artista para obtener su aprobación. El segundo consiste en la introducción de la planta invasora Támarix spp en el ecosistema ribereño de los Estados Unidos, convirtiéndose en el sitio de anidamiento del ave atrapamoscas Empidonax trailii extimus en peligro de extinción. Este fenómeno suscitó cuestiones éticas desafiantes para los restauradores ecológicos en su búsqueda por el significado de lo natural. Se concluye que los comités de ética podrían acoger la perspectiva de los conocimientos situados de Donna Haraway y la teoría del actor-red de Bruno Latour, que sugieren que, en el afán de alcanzar una universalidad, la ciencia ha tendido a buscar una estandarización reduccionista de la diversidad de significados.

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