Abstract
En el capítulo “Mole” de Nowness, Chapters of food, Enrique Olvera, un chef mexicano “de moda”, afirma que el mole sabe a mole, no a la suma de sus ingredientes, ya que cuando los reúnes, todos renuncian a sí mismos. El mole, si bien es mole, lo es justamente porque todos sus ingredientes cooperan dando sabor y porque basta sumergir la yema de un dedo en la mezcla para reparar en cada uno de ellos. Decir que el mole sabe a mole es abstraer la complejidad de sus sabores y ello incluye los sabores culturales que su confección envuelve. En Oaxaca, los moles forman parte crucial de la cultura alimentaria de sus pueblos y cada uno posee una configuración particular que rebasa lo culinario. Por tanto, un mole es la condensación de múltiples relaciones sociales que coexisten más allá de folclorismos que fetichizan, encantan y matan. En este texto, a partir de mi trabajo etnográfico de casi dos décadas en el estado de Oaxaca, proporciono una lectura antropológica del video “Mole”, retomando la importancia de la comensalidad y lo textil en el estado para resaltar que un ambiguo tratamiento de contenidos socioculturales termina siendo nocivo para eso que llamamos “nuestro patrimonio cultural”.
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