Abstract

Partiendo del uso que en ocasiones Slavoj Žižek hace de las Quince tesis sobre el Arte Contemporáneo de Badiou, el presente artículo se plantea la homología existente entre el acto verdaderamente ético y la operación sustractiva del arte moderno, como polos práctico y sensible de un mismo movimiento: el que confluye con la crítica de la ideología allí donde esta se toca con la acción. Tras describir los gestos de Bartleby y Malevich como operaciones (anti) ideológicas capaces de abrir un espacio donde “solo un lugar tendrá lugar”, ubicamos el papel de la pantalla de cine, entre la percepción y la imaginación, como moduladora del deseo y espacio para la interpelación. Tomando la violencia como hilo conductor, mostramos la posibilidad, frente al formalismo que acompaña al lacano-hegelianismo de Žižek, de dar cuenta de diferentes momentos en la historia de ese efecto pantalla. La comparación entre dos obras de Delacroix y Jeff Wall nos permitirá mostrar una mutación que envuelve y reubica a la pantalla explícita del cine.

Highlights

  • We start from the use that Slavoj Žižek makes of Badiou’s Theses on Contemporary Art in order to consider the homology between the truly ethical act and the subtractive operation of modern art

  • We take them as the practical and sensible poles of the same movement: the one that converges with critique of ideology at the point where it touches action

  • We describe the gestures of Bartleby and Malevich as ideological operations capable of opening a space where “rien n’aura eu lieu que le lieu”

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Summary

Introducción: un territorio común

En su réplica a Yannis Stavrakakis, Slavoj Žižek aludía a la última de las quince tesis de Alain Badiou sobre el arte contemporáneo, que dice no cansarse de citar: “Es mejor no hacer nada que contribuir a la invención de maneras formales de volver visible lo que el Imperio ya reconoce como existente”[2]. Y este lugar que es pura substracción, donde rien n’aura lieu que le lieu, como dice Žižek citando a Mallarmé, no se abre para ser posteriormente superado en la acción positiva, sino que permanecerá dando cuerpo, como fundamento perpetuo, a todo el movimiento: la actividad de construir un nuevo orden es sostenida para siempre por el gesto de Bartleby; es ese gesto lo que permanece como único suplemento de la ley despojada de su contenido obsceno. Y es justamente por eso, por el rechazo del pintor de la revolución a poblar esa brecha de fantasmas, de un modo similar a como lo hace el gesto de Bartleby, él mismo inimaginable en el poder, por lo que puede ser objeto de una reapropiación proletaria[20]

Fantasmas en la pantalla: el cine y la modulación del deseo
Violencia bajo la propia piel: el arte moderno en modo asiático
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