Abstract

Este artículo está orientado a precisar las relaciones entre experiencia corporal de las mujeres y testimonio. Un largo hábito de subalternidad ha expropiado a las mujeres de la posibilidad de tomar la palabra sobre sus experiencias corporales. Es por ello la importancia que tiene la singularidad de sus testimonios, que implica tomar la palabra en una situación de imposibilidad del lenguaje; es siempre el relato de un acontecimiento traumático del que se habla, pero del que también podría no hablarse. El sujeto/a que toma la palabra da cuenta de un conocimiento que - si bien es precario - constituye un saber del que antes no se tenía registro. Es que el testimonio pone en juego la relación entre la lengua y el archivo. Exige una subjetividad que atestigüe sobre la posibilidad misma de hablar, un/a sujeto capaz de pronunciar lo "inaudito", produciendo con su palabra una intervención ética. La autoridad del testimonio depende de una relación inmemorial entre lo indecible y lo decible, produce una palabra que nombra una experiencia singular. Las palabras de las mujeres que relatan experiencias corporales nombran una dimensión fundamental de nuestra experiencia, la de la diferencia sexual produciendo un dislocamiento en la presunta neutralidad de la lengua. Se trata de una reflexión que abre la posibilidad de poner palabras a lo innombrable.

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