Abstract

La Mara (2004) es una de las grandes novelas hispanoamericanas sobre la violencia que azota la frontera que hay entre México y Guatemala, donde operan las maras, los narcotraficantes y todo tipo de bandas mafiosas. Rafael Ramírez Heredia recrea el peregrinaje lastimoso de miles de inmigrantes indocumentados que tratan de cruzar México a lomos del tren conocido como la Bestia.

Highlights

  • La Mara (2004) is one of the greatest Latin American novels about the violence plaguing the border between Mexico and Guatemala, where the maras, drug traffickers and all kinds of mafia organizations operate

  • Rafael Ramirez Heredia recreates the pitiful pilgrimage of thousands of undocumented immigrants who try to cross Mexico on a train known as the Beast

  • Ximénez de Sandoval, Pablo, «Los muertos sin nombre de Arizona», El País, 28 de junio de 2015.37

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Summary

JOSÉ MANUEL CAMACHO DELGADO

Poco antes de su muerte, el escritor mexicano Rafael Ramírez Heredia (Tampico, 1942-Ciudad de México, 2006) dejó para la literatura en español una obra deslumbrante y monumental, una novela virtuosa e irrepetible en el uso de los recursos orales, una ficción admirable surgida de las espesuras abisales de la selva, un relato portentoso que perfila con trazo certero la corrupción y la violencia descarnada de la frontera entre México y Guatemala, donde campan a sus anchas las bandas juveniles y los grupos criminales organizados para extorsionar, chantajear y asesinar a los inmigrantes indocumentados que tratan de alcanzar el norte del sur. Y si nada sabía, menos aún que de ahí mero, de esa mentada Ciudad Hidalgo, ya dentro de un país llamado México, sale un tren vacío, enorme, largo como pesadilla, para ir hacia el norte, y que alguna vez, después de los trece segundos que tuvo que soportar para ser marero, ya con lágrimas tatuadas en las mejillas, tratando de no recordar siquiera lo que tuvo que hacer para ponerse esas cuatro primeras lágrimas que arden sin cesar como si a cada hora se las estuvieran tatuando con la palita gris de varios pequeños y dolorosos dientes, se treparía al tren en marcha y se escondería entre dos vagones oyendo el estruendo de la máquina y de las ruedas de hierro, pero no para irse al norte del norte del norte, sino para agarrar lo que el Poison, el Rogao y el Parrot le mandaron que agarrara, que hiciera en aquella noche, primera para él, en que los ruidos del tren fueron más débiles que los gritos salidos de la oscuridad saturada de llantos de las perras que no querían satisfacer las ganas de los batos locos siempre cargan y de los otros aullidos que nunca lo abandonan, la mirada de doña Jaci, la rabia sorprendida de su padre, las babas dulces de la niña, lo que en el hoyancón del camino lanzara Laminitas en esa súplica de sus ojos diciendo no saber la razón de morirse tan cerca de quien tanto lo calentaba [56]. Desde su condición transgresora y sectaria, casi luciferina, «Constata el pago de aquellos que quieren jugarle contras a la Mara Salvatrucha 13» y recuerda que «Nadie debe olvidar que todo aquel que se atreva a descubrirlos, se va pabajo» [306]

Mesianismo y religiosidad popular en la matanza del Carrizal
Referencias bibliográficas
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