Abstract

Desde los bustos de mármol de la Antigüedad que custodian sus libros en las bibliotecas, la práctica de incluir retratos autorales al lado de las obras literarias sigue vigente. Con el advenimiento del libro impreso, el uso de la efigie cobró mayor importancia hasta convertirse en un paratexto a veces obligado para la interpretación de la obra literaria. Los retratos autorales se basan en procesos de ethopoiesis, o de construcción de carácter, que obedecen a los valores imperantes en el contexto en el que se producen. Algunos modelos típicos de la persona autoral son el poeta laureado, el genio romántico, la monja letrada, la cortesana y la autora exótica; una de las poses adoptadas con mayor frecuencia es la pose melancólica. En este artículo se presentan algunos ejemplos significativos.

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