Abstract
La propia historia fundacional de Estados Unidos, que sienta sus bases sobre el viaje que los puritanos ingleses realizaron en el siglo XVII en busca de una nueva Jerusalén, explica el lugar de referencia que el arquetipo del viaje ostenta en el imaginario cultural de este país. A lo largo del siglo XIX y principios del XX, la literatura estadounidense centraría gran parte de sus argumentos en el viaje figurado y metafórico, al igual que muchos de los géneros del Hollywood clásico y genuinamente norteamericanos como el western. Con el paso del tiempo, en el contexto de la crisis política, social y cultural que atravesarían los Estados Unidos a finales de la década de los sesenta, el cine moderno de terror se apropiaría de este arquetipo para llevar a cabo la definitiva subversión del mismo. En el siguiente artículo profundizaremos sobre la importancia del arquetipo del viaje en el imaginario cultural estadounidense y su posterior fractura en momentos de crisis social, a través del estudio de su evolución en la literatura y los géneros cinematográficos.
Highlights
The archetype of the journey has an important role in the imaginary cultural heritage of the United States
Los renegados del diablo (The Devil’s Rejects, Rob Zombie, 2005), realizará un giro inusual en el horror movie, siendo los asesinos los que emprenden un viaje para escapar de la justicia, intercalándose en esta huida elementos tanto del género de terror, como de la road movie y el western
A continuación de estos filmes inaugurales, muchos títulos del “terror rural” emplearían el recurso del viajero en apuros como punto de partida para sus argumentos: Trampa mortal (Eaten Alive, 1976), dirigido también por Tobe Hooper, donde una serie de viajeros se ven forzados a detenerse en un sórdido motel por diversas circunstancias; la ya citada Trampa para turistas tendrá en el personaje de Mr Slausen (Chuck Connors) el perfecto hombre de pueblo solidario, dispuesto a ayudar a unos chicos con problemas
Summary
La llegada del Mayflower a la Costa Este el once de noviembre de 1620 traería consigo la fundación de las “trece originales” y el punto de partida de la actual nación. La idealización a la que a menudo ha sido sometida la propia historia de Estados Unidos obvia el lapso de tiempo comprendido entre la llegada a las costas del Nuevo Mundo hasta la fundación de la primera colonia, ignorando a menudo cómo estos viajeros, en lugar de un Nuevo Edén, encontraron una inmensidad natural aterradora y en apariencia infinita. Ya en este primer momento, los padres pioneros sufrieron un choque entre la idealización del Nuevo Mundo como tierra de segundas oportunidades y la dureza de las condiciones de vida que allí encontraron (Gorman, 1958: 20). Que entendía los peligros de este viaje como una prueba iniciática cuya recompensa sería alcanzada por aquellos que perseverasen en la lucha frente al mal, sería puesta en tela de juicio por los llamados Pilgrims Dissenters, colonos disidentes ajenos a la ortodoxia de unos pioneros que habían llevado sus creencias al extremo durante el período de la “caza de brujas” (Reis, 1999: 70). La idea de Oeste quedaría asociada al viaje como fuente de aventuras y búsqueda del porvenir en un entorno salvaje y no explotado
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