Abstract

Jean Améry, superviviente de la Shoá, experimentará durante dos décadas la clausura de la palabra, como consecuencia traumática de la violencia y la tortura padecidas. Desde mediados de los años sesenta hasta su muerte, Améry se ocupará ensayística y literariamente de la destrucción infligida a él. Su empresa narrativa será el esfuerzo titánico por subvertir el “topos de inaplicabilidad”, asociado con el recuerdo del dolor extremo, determinante para su condición de víctima, mediante la palabra. una palabra capaz de devolverle –siempre de modo parcial y subsidiario– la condición de sujeto. Sin embargo, la experiencia del dolor será inaprehensible, subsumida por el tiempo en la etérea forma de una abstracción. La memoria se revela a Améry como incapaz frente a la substancia del dolor, tan solo asequible a recurrentes escenas de penosa claridad para la visión.

Highlights

  • Dos aspectos deben tenerse en cuenta en la reflexión que Améry realiza sobre la cuestión en “Die tortur”

  • Por más que fuera cierto, tal como el propio Améry reconoce en “Ressentiments”, que los delitos imputados al nacionalsocialismo “ni siquiera para el ejecutor sometido al sistema normativo del Reich poseían una cualidad moral”,76 la víctima siempre estará en posesión de la verdad moral de la violencia de la que ha sido objeto

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Summary

Introduction

El objetivo del sadismo allí descrito es la apropiación inmediata y la utilización del otro, un objetivo vano desde la óptica del placer ya que no goza solamente con la carne ajena, sino que, “en relación directa con esta carne goza de su propia no encarnación” goza de ser potencialidad, de poseer “una libertad frente a la libertad del otro cautivada por el dolor”.58 La consecuencia fundamental sobre el tema que nos ocupa, en relación a la experiencia de Jean Améry, puede ser concretada por la distancia que separa la experiencia de la nuda corporalidad padecida por este en su tortura y estas palabras de Sartre: “el sadismo no procura suprimir la libertad de aquel a quien tortura, sino obligarla a identificarse libremente con la carne torturada, por eso el momento del placer es, para el verdugo, aquel en que la víctima reniega o se humilla.[59] En su caracterización del torturador, Améry tiene en mente a individuos concretos.

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