Abstract

En un contexto de desarrollo de la anatomía patológica y de la irrupción de la mirada científica sobre el cuerpo de los enfermos mentales, los asilos de locos subrayaron la importancia del espacio, real o simulado, como recurso curativo. Las Casas de Orates se armaron a partir de una propuesta que en su diseño, emplazamiento y realización representó los principios del alienismo, ajustados a la realidad chilena. Este proceso impulsó un escenario asilar específico, con paisajes interiores y exteriores, que caracterizaron al alienismo local y a su promesa de tratar la locura. Este artículo estudia los asilos proyectados o levantados en Chile desde la Casa de Locos (1852) hasta el Open Door Nacional (1928), dando cuenta de los procesos de apropiación de un modelo internacional desde las particularidades del paisaje local asilar.

Highlights

  • In a period shaped by the development of anatomical pathology and by the entrance of the scientific gaze over the body of the insane, the mental asylum underscored the key importance of the space, real or simulate, as a therapeutic tool

  • Este artículo revisa y recorre los primeros espacios manicomiales de Chile: la Casa de Orates de Santiago (1852 y 1856), la Casa de Orates de Providencia (1894), el Manicomio de Concepción (1895) y el Opendoor del Peral (1928)

  • El desarrollo de los asilos de locos da cuenta de cambios significativos en el mundo médico y de la salud pública, pero también revela la distancia entre el hacer y el querer, en recintos que no lograron monopolizar las prácticas de cuidado y tratamiento de los enfermos mentales en un Chile en el que la locura continuó viviéndose, para fines del siglo XIX e inicios del XX, en las calles y en los espacios familiares

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Summary

Introduction

In a period shaped by the development of anatomical pathology and by the entrance of the scientific gaze over the body of the insane, the mental asylum underscored the key importance of the space, real or simulate, as a therapeutic tool. Si bien esta crítica le valió su destitución como médico del asilo, ciertamente la Casa, no ofrecía las condiciones terapéuticas prometidas, ni tampoco garantizaba la ejecución del tratamiento moral, por problemas de toda índole, que consideraban hasta la ausencia de un reloj, símbolo de la rutina y de la disciplina que se buscaba implementar.

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