Abstract

La naturaleza se caracteriza por ser un ente fluido y dinámico. Podemos establecer que los eventos cósmicos, los climáticos de la tierra, y los comportamientos biológicos, están regidos por fluidos fundamentales. Las formas fractales que evidenciamos en la naturaleza, son el resultado visible de la realidad vital y su dinámica constitutiva. Estas en un principio de economía natural, hacen posible que los fluidos se optimicen, permitiendo la creación de organismos. La fluidez natural contrasta con el estatismo de la geometría Euclidiana, y la parálisis propiciada por el diseño moderno, propios del entorno construido de las sociedades humanas, desde el inicio de la revolución industrial hasta nuestros días. El borde filoso disociativo, se ha opuesto de forma sistemática al borde poroso heterónomo, característico de los sistemas biológicos abiertos. Esto ha conllevado al deterioro del ambiente y a la segregación de las comunidades que pueblan la biósfera. Con el propósito de generar un ambiente sostenible, las operaciones en el entorno habitable, deberán fundamentarse en una consonancia con los flujos naturales, permitiendo construir con la naturaleza y no a pesar de ella. Una cultura de la fluidez permitirá políticas sostenibles, e intervenciones urbanas en el territorio, que superen los abismos culturales y sociales del presente.

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