Abstract

Entre 1960 y 1996, Guatemala atravesó un conflicto armado interno particularmente sangriento, que dejó tras de sí una sociedad que permaneció dividida de manera duradera sobre la verdadera naturaleza del conflicto. A principios de los años 1980, la contrainsurgencia dirigida por el Estado adquirió tintes genocidas en varias partes del país, especialmente en la zona maya ixil, norte del departamento del Quiché. Enclavada en el corazón de la cordillera de los Cuchumatanes, esta región atrae a un reducido número de turistas excursionistas y memorialistas, lo que ha propiciado el desarrollo de iniciativas destinadas a transmitir la memoria del conflicto a estos visitantes tan especiales. Basado en un estudio etnográfico de campo de once meses, este artículo analiza las formas en que la experiencia de la violencia es puesta en lenguaje, dependiendo del contexto en que se expresa. La autora propone estudiar el impacto que la presencia de turistas en la zona tiene en lo que se dice sobre la violencia y en la forma en que las mujeres de una cooperativa artesanal relatan la memoria de los episodios violentos.

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