Abstract

El confinamiento contra la COVID-19 fue una de las medidas más globalizadas en el 2020. Sin embargo, su implementación e impacto en diferentes poblaciones fue muy dispar y su efecto en poblaciones del Sur Global sigue ampliamente invisibilizado aun tres años después. Este artículo, basado en un estudio cualitativo multisituado, es un acercamiento a esas otras realidades que quedaron ocultas. Explora diferentes experiencias del confinamiento y cómo se aplicaron en poblaciones de pocos recursos, desde la percepción de trabajadores humanitarios. Aunque los datos muestran que el confinamiento pudo contribuir a reducir la trasmisión y la mortalidad al inicio de la pandemia, los impactos adversos derivados de su universalización y duración hacen cuestionar el equilibrio riesgo/beneficio considerado para colectivos vulnerabilizados sin recursos, para quienes era inviable su implementación. Datos del estudio muestran la percepción de que, al poco tiempo de instaurarse, el confinamiento se instrumentalizó con fines más políticos que sanitarios. La sindemia devenida de la COVID-19 ha dado visibilidad a una relación entre el Norte y el Sur Global caracterizada por la hegemonía de los países más ricos en la toma de decisiones sobre políticas de salud. Estados, instituciones como la OMS y también organizaciones humanitarias han fracasado a la hora de adaptar las medidas a las diferentes poblaciones y apoyar a los más vulnerabilizados, poniendo de manifiesto resquicios colonialistas bajo nuestro concepto de salud global.

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